El protocolo Hyperliquid presentó una propuesta que busca reducir en un 45% el total de la oferta de HYPE. La iniciativa, presentada por Jon Charbonneau y Hasu, pretende redefinir la tokenómica de la plataforma de manera significativa.
Los proponentes argumentan que la configuración actual del token distorsiona las métricas de valoración, poniendo al proyecto en desventaja frente a sus competidores. Aseguran que, al limpiar el balance, el mercado tendría mejores condiciones para evaluar los fundamentos de Hyperliquid. De esta manera, los inversores podrían tomar decisiones más racionales y menos influenciadas por la expectativa de dilución futura.
En el centro de la propuesta está la revocación y quema de más de 450 millones de tokens HYPE que habían sido destinados al Fondo de Emisiones Futuras y Recompensas Comunitarias (FECR) y al Fondo de Asistencia (AF). Los críticos del modelo actual afirman que estos grandes stocks autorizados, pero no circulantes, terminan penalizando la percepción de valor del protocolo, creando una presión negativa constante sobre el precio.
Según Charbonneau y Hasu, solo el programa de recompensas concentra 421 millones de HYPE, mientras que el fondo de asistencia mantiene otros 31 millones. La eliminación de estos volúmenes, según los autores, permitiría a Hyperliquid liberarse de una carga que actualmente limita el flujo de capital y dificulta su valorización natural en el mercado.
Esta propuesta surge en un momento delicado, marcado por el temor a un posible desbloqueo de US$ 12.000 millones en HYPE, un evento que podría aumentar aún más la volatilidad del token.
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Hyperliquid quemará tokens
Además de la quema, el documento también sugiere eliminar el límite máximo de mil millones de tokens HYPE. La medida es polémica porque rompe con un principio cultural que muchos inversores asocian al bitcoin: la idea de una escasez inalterable.
Para los autores, este límite no tiene sentido dentro de la lógica de Hyperliquid. Señalan que blockchains de gran relevancia, como Ethereum y Solana, adaptan sus políticas de emisión basándose en el consenso de la comunidad, sin depender de un techo arbitrario. En este contexto, mantener una barrera rígida podría perjudicar decisiones estratégicas futuras de la red.
La propuesta destaca que, a largo plazo, si surgieran oportunidades de valor que requirieran nuevas emisiones, la comunidad estaría abierta a aprobarlas. Así, la eliminación del techo sería menos una ruptura y más una forma de garantizar flexibilidad económica para sostener el crecimiento del protocolo.