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Satoshi Island: el sueño cripto que terminó hundido en el Pacífico

Satoshi Island: el sueño cripto que terminó hundido en el Pacífico

En 2017, miles de criptoentusiastas creyeron que era posible. Una isla entera en el Pacífico Sur, sin impuestos, gobernada por blockchain y financiada con NFTs. Satoshi Island no era solo un proyecto inmobiliario: era la promesa de una nación cripto, una comunidad independiente donde Bitcoin y Ethereum reemplazarían al dólar y al euro. Pero ocho años después, la isla está desierta, sin infraestructura y amenazada por el cambio climático. El paraíso cripto nunca llegó a existir.

Lo que empezó como un plan ambicioso de inversores británicos terminó siendo uno de los fracasos más resonantes del ecosistema blockchain. La iniciativa consiguió renombrar Lataro, una isla privada de 32 km² en el archipiélago de Vanuatu, al este de Australia, pero no logró convertirla en una ciudad funcional. Hoy, el proyecto cerró oficialmente y dejó a miles de compradores de NFTs sin lotes, sin ciudadanía digital y sin respuestas claras.

El sueño de una nación blockchain que sedujo a 50.000 inversores

Cuando Satoshi Island se lanzó, la promesa era contundente: una comunidad autosustentable, sin bancos centrales, con transacciones 100% en criptomonedas y una gobernanza descentralizada. Los interesados podían comprar ciudadanía digital por 120.000 euros, que incluía un NFT canjeables por un lote de tierra en la isla.

Según reportó la revista Fortune en 2022, más de 50.000 personas confiaron en la propuesta. El desarrollador inmobiliario británico Anthony Welch, principal impulsor del proyecto, había negociado con el gobierno de Vanuatu un alquiler de 75 años para la isla.

«Queremos construir comunidad, no un negocio inmobiliario», declaró Welch en una entrevista con The Guardian. Antes de lanzar Satoshi Island, había intentado vender Lataro por 12 millones de dólares sin éxito.

El dato no es menor: Welch y su equipo no eran pioneros tecnológicos ni expertos en blockchain. Eran promotores inmobiliarios que apostaron a la ola cripto para vender terrenos remotos. Y funcionó, al menos, al principio.

Una isla sin luz, sin internet y sin bases

Lo concreto es que Satoshi Island jamás tuvo condiciones para sostener una comunidad digital. La isla carecía de electricidad estable, conectividad a internet y agua potable. Todos elementos básicos, pero críticos cuando el modelo económico depende de transacciones blockchain que requieren conexión permanente.

Tampoco se construyeron casas ni edificios. Los compradores de NFTs esperaban que sus tokens se convirtieran en títulos de propiedad reconocidos por el Estado de Vanuatu, pero ese proceso nunca ocurrió. La falta de infraestructura y la ausencia de un marco legal claro dejaron en el aire la validez de esas “propiedades digitales”.

A esto se sumaba otro escollo: para vivir en Satoshi Island, los inversores debían tramitar la ciudadanía real de Vanuatu, que funciona como una especie de “Golden Visa” y cuesta otros 120.000 euros. El gobierno de Vanuatu respaldó públicamente la iniciativa, pero nunca se involucró en la construcción ni en la logística del proyecto.

Satoshi Island llega a su fin

En julio de este año, el equipo de Satoshi Island publicó un anuncio en X (antes Twitter) confirmando el cierre del proyecto. No hubo explicaciones detalladas ni plan de devolución del dinero. Solo el reconocimiento tácito de que la criptoutopía no iba a suceder.

Para los miles de inversores que pagaron por NFTs, la noticia llegó con bronca. Durante años, el proyecto había mostrado renders 3D de villas futuristas, playas con paneles solares y promesas de una economía cripto funcional. Nada de eso se materializó.

Más allá del fracaso del proyecto cripto, Satoshi Island enfrenta el aumento del nivel del mar. Vanuatu es uno de los territorios más expuestos a la erosión costera y a fenómenos climáticos extremos. Según estudios recientes, varias de sus islas podrían quedar sumergidas en las próximas décadas.