“Argentina está luchando por su vida. Se están muriendo”. Estas fueron las duras palabras de Donald Trump hacia una periodista que cuestionaba el masivo apoyo financiero que su administración le brinda al gobierno de Javier Milei. El mensaje no podía ser más claro, ni más brutal. Estas palabras, que podrían resonar como una crítica o como un sentimiento de pena, también dejan preguntas un poco más incómodas: ¿a qué conduce esta dependencia vital de un salvavidas extranjero?
Hace pocas semanas, los presidentes buscaban una colaboración entre los países en busca de beneficios. La escena final era Milei y Trump abrazados en la Casa Blanca, en una foto que buscaba ser el símbolo de una alianza inquebrantable. Sin embargo, la realidad es más compleja y menos fotogénica. El respaldo estadounidense, un paquete financiero sin precedentes que incluye desde un Swap de 20.000 millones de USD, hasta la intervención directa en el mercado local de cambios, no es un acto de caridad. Es una apuesta geopolítica.
Y como toda apuesta, tiene sus condiciones.
La primera alarma sonó cuando el propio Trump condicionó, casi de manera casual, esta ayuda al resultado de las elecciones legislativas. “Si (Milei) pierde con un candidato de extrema izquierda, no seremos generosos”. Ignacio Morales, jefe de inversiones de Wise Capital, en entrevista para un medio local también recordó que “la volatilidad volvió a dominar el mercado financiero luego de que el presidente de EE. UU., Donald Trump, dejara en duda el apoyo prometido a la Argentina si el Gobierno de Javier Milei sufre una derrota en las legislativas del 26 de octubre. La reacción fue inmediata: las tasas de interés se dispararon por encima del 100%.”
El gobierno argentino salió a defender, diciendo que fue una “mala interpretación”, pero no logró borrar el mensaje inicial de que el apoyo externo es volátil y está sujeto a los vaivenes de la política doméstica… y de la política norteamericana.
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Viva la Libertad de ser dependiente
El gobierno de Javier Milei se encuentra en una contante paradoja. El político que llegó al poder prometiendo una soberanía plena, libre de “la casta” internacional, hoy depende para su estabilidad macroeconómica. Depende también de las ventas de dólares que decide un escritorio en el Tesoro de los Estados Unidos. El Tesoro norteamericano vendiendo pesos y comprando bonos argentinos es una imagen surrealista que redefine el concepto de autonomía.
Algunos analistas lo llaman “oxígeno”. Un salvavidas que le da tiempo al gobierno. Es cierto. Sin este apoyo, la situación sería aún más crítica y el precio del dólar, que hoy ronda los ARS 1.485 podría “volar” y salir de las bandas cambiarias impuestas por el Banco Central argentino. Pero un salvavidas no es un plan. Y la pregunta más importante es: ¿qué pasa cuando el salvavidas se retira?
La advertencia de JP Morgan es que “el apoyo estadounidense solo se aprovechará completamente si Argentina logra forjar un consenso político más amplio”. En otras palabras, el dinero puede comprar tiempo para Milei, pero no sustituye la necesidad de construir acuerdos y hacer reformas drásticas dentro del país.
La lógica de la “guerra” contra el pasado y otros partidos políticos choca con la necesidad de paz política para asegurar un futuro estable.
“Va a volar…”: El precio del dólar en Argentina y la constante intervención para contenerlo
El cambio en Argentina hoy es una batalla diaria. Fueron necesarios mecanismos de blanqueamiento sin impuestos y una serié de intervenciones para contener el precio de la moneda que viene en caída libre. Ahora, con las reservas del BCRA casi limpias y la presión constante del FMI, el Tesoro de EE.UU sale como un héroe.
El economista Luis Secco lo resume con una metáfora perfecta: “El respaldo de Washington alienta una tregua financiera, pero no garantiza gobernabilidad ni sostenibilidad: es un salvavidas, no una brújula”.
La verdadera prueba, entonces, no es si este rescate financiero logra calmar los nervios del mercado hasta el domingo. La prueba de fondo es si el gobierno puede utilizar este respiro, comprado a un precio geopolítico aún no determinado, para tejer los consensos que la economía y la sociedad argentina demandan a gritos.